Don Carmelo y Cayetana en el Camino de Santiago (23)

21 de Junio de 2013. Después de una noche casi sin sueño en el albergue de peregrinos de Astorga partimos tarde y a paso lento. A las 7 y media mi joven compañera Cayetana y yo decidimos tomar un desayuno grande antes de salir de Astorga. El reloj ya marca las 8 y veinte cuando finalmente empezamos a andar. Pasamos por una larga alameda dirección oeste y formamos allí una fila de peregrinos que parece interminable. Lentamente, una vez fuera de la ciudad, comienza la temida subida de los Montes de León. En el horizonte amenazan nubarrones oscurísimas, mientras que alrededor de la cumbre nevada del Teleno hay un claro que nos deja ver la nieve y esa vista nos causa escalofríos. El Cielo no se puede decidir si mandarnos de nuevo unos chubascos de lluvia o limitarse a agravarnos la subida con ráfagas frías de viento que llegan a la intensidad de una tempestad.

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Después de cruzar durante dos semanas eternas la interminable meseta castellana, siempre caminando en el mismo nivel entre 650 y 750 metros de altura, los próximos dos días nos espera un reto considerable: el récord de desnivel del Camino de Santiago ¡con unos 800 metros de subida y casi 1200 metros de bajada! Ya esos números nos evocan miedo. Respirando con dificultad, estamos llegando de momento a superar el nivel de los 1000 metros, cuando nos acercamos a un grupo de peregrinos italianos, formado por monjes y monjas. Al adelantarnos lentamente, escuchamos a los italianos cantando (!) el rosario con voces cuya armonía está algo estorbada por el jadeo debido al esfuerzo de la subida. „Que exagerados son esos italianos“, comenta Cayetana, „¡como si esta subida no fuera tortura suficiente! Apenas podemos respirar, pero esos señoritos por encima se entretienen cantando como si no fuera ná…“

Con o sin cantos sacros, tal subida lleva casi cada peregrino a conocer sus límites. Diminuta figura en un sendero áspero rodeado de silencio y soledades montañosas y obligado a hundirse en el más profundo conocimiento de sí mismo, cada uno llega a plantearse en esta etapa (si no ya mucho antes) la cuestión „¿Por qué cielos estoy haciendo eso, caminando aquí y ahora?“ Al final, la respuesta que cada uno encuentra (si es que la encuentra) resulta secundaria, más vale preguntarse. Como en el Camino de Santiago, lo más importante no es el lugar de destino, importa el Camino que construye el destino. De todas maneras, después de superar una etapa de dura subida, el triunfo de llegar lo sentimos doblemente, por el esfuerzo exitoso de haber superado las propias debilidades. Los últimos kilómetros del Camino de hoy nos llevan por un bosque denso, pero el sol se ha llevado la victoria en la batalla con las nubarrones y sus rayos caen por el follaje de los árboles.

Al llegar a nuestro albergue de peregrinos „El Pilar“, observamos como descargan docenas de mochilas de peregrinos que habían sido traídas aquí por caballos. „Mira esos perezosos – quien no lleva su propia mochila cuesta arriba, al final sólo debería recibir media Compostelana.“ Así lanza Cayetana su dura condena de esos transportes de mochilas de peregrinos, cada vez más de moda van constituyendo toda una nueva rama de negocios.A una altura de casi 1200 metros nos espera Rabanal del Camino, una aldea de montaña como una estampa de siglos pasados, un lugar encantado que parece de otro mundo, una isla en el tiempo. Silencio y muros de piedras de cantera, los que se defienden aquí desde siglos contra tempestades y las noches heladas de invierno. Por doquier miramos hay vallados enteramente cubiertos por hierba que llega a más de un metro, muros cubiertos de musgo, huertas olvidadas y jardines reconquistadas por plantas silvestres, caballos debajo árboles que parecen tener mil años y en el fondo las cumbres de los Montes de León. De repente llego a pensar que Luis Cernuda podría haber escrito su famoso ciclo de poemas „Donde habite el olvido” aquí mismo, cuando Cayetana interrumpe mi reflexión acerca de poetica que celebra el olvido con su grito de euforia: „¡Mira que pueblo más chulísimo!“ En vano intento de prohibir el uso del adjetivo chulísimo en este contexto para denominar un lugar tan arcádico. Mi compañera no quiere escucharme y luego bautiza Rabanal „la aldea de Asterix“ (denominación mucho más acertada, porque aquel remoto rincón de los bravos Montes de León no pudo ser nunca totalmente controlado ni por los romanos ni por los árabes). Rabanal vende su imagen de estampa romántica y rincón apartado de ruidos mundanales, exactamente por eso el letrero „Shop“ en la tienda de la aldea parece como un ataque verbal procedente de otra galaxia.

Después de conquistar una cama superpuesta, nos sentamos en la terraza del bar en el patio del albergue y nos asombramos del calorcito. Amparado de los vientos, el sol intenso de la tarde hace subir las temperaturas en el patio a los veintitantos grados. Cayetana se levanta y se dirije lentamente al bar, para pedir unas bebidas. Vuelve con 6 (!) copas de vino rosado. Con una sonrisa pícara coloca 3 para cada uno en la mesa y encogiendo los hombros disculpa su desmesura con las palabras: „Es que eso está casi regalao, sólo 80 Céntimos la copa – y sabe a fiesta.“Disfrutamos y nos repanchigamos al sol. Quedamos observando pinzones y gorriones que bailan en las mesas. La imagen idílica es tan perfecta que casi parece una parodia.

Por casualidad puedo escuchar la conversación de dos peregrinos alemanes, los que se encuentran en la mesa vecina, mirando con gafas de sol muy fashion a la bóveda celeste. Ella viene de Stuttgart, está vestida de la ropita Outdoor más cara que actualmente se puede comprar y en este momento comenta de manera indolente al otro peregrino, a quien obviamente acaba de conocer ayer: „Sabes, es que yo podría pasar todas mis vacaciones en hoteles de 5 estrellas o en uno de esos clubs de superlujo, es que puedo decir que soy casi millonaria. Hace dos años, por ejemplo, estuve en un suite del Riu Palace en Gran Canaria. Es que no estaba mal, sabes, todos esos detalles y el comfort a veces resultan agradables, pero es que en esos establecimientos de 5 estrellas sólo puedes encontrar a gente totalmente aburrida. Aquí al contrario (hace un ademán patético como si diera un gran abrazo al aire) en estos albergues de 5 Euros a lo largo del Camino, aquí puedes conocer cada día a los tíos más interesantes…“ Por el tono de su declaración no queda claro si con ese adjetivo también se refiere a su colega o si se trata de un juicio general que más bien lo excluye.

Durante la cena en el mejor restaurante del pueblo, que lleva el nombre prometedor „El Refugio“, Cayetana tieno uno de sus raros momentos reflexivos: „Ahora en verano se está de putamadre aquí en la aldea, pero en invierno, cuando la nieve entierra tó, la gente aquí aislada del mundo deben estar con la depre…“ Pienso lo mismo, además estoy convencido de que sin el renacimiento espectacular del Camino de Santiago con su afluencia de peregrinos, esta aldea en un rincón remoto de los montes ya estaría abandonada y se habría convertido en un pueblo fantasma. En las otras mesas del bar, las conversaciones de los peregrinos giran en torno de la temida subida a la famosa Cruz del Ferro que nos espera mañana. La etapa de Rabanal para subir a la Cruz del Ferro pertenece – junto a los Montes de Oca y la subida a La Faba/ O Cebreiro – a los retos del Camino que más respecto y hasta miedo dan a los peregrinos. Preguntamos al camarero si la subida de mañana a la Cruz del Ferro de verdad es tan penosa. En vez de responder, sólo muestra una sonrisa enigmática y promete: „Las vistas son espectaculares.“

22 de Junio. Cuando partimos poco antes de las 6 de la mañana todavía están iluminadas las pocas farolas en la aldea Rabanal del Camino, aunque ya está amaneciendo. Hoy si hemos logrado salir temprano, sabiendo que será necesario. No porque la etapa del día de hoy sea especialmente larga (sólo son 27 kilómetros), sino porque al principio hay que superar una de las subidas más penosas hasta llegar al punto más alto del Camino (exceptuando Somport) y luego nos espera una bajada interminable con muchas cuestas empinadas.

La buena noticia es que los perros salvajes de Foncebadon no nos atacan (ni siquiera aparecen). Cayetana está convencida de haber oido un aullido de lobos, pero antes de que podamos sentir miedo, el sol sale con todo su esplendor, expulsando las sombras y sonidos de la noche e ilumina el sendero a la cumbre. Empapados de sudor por el esfuerzo de la subida nos arrastramos los últimos metros hasta llegar. De verdad las vistas parecen increíbles: el paisaje a nuestros pies está marcado por una alfombra de color rosa tejida por erica en plena flor, y mirando hacia el norte casi se puede adivinar el mar.

Y ahora la descubrimos: la pequeña y sencilla cruz de hierro, fijada en un palo de madera de roble alto como una torre, parece estar colgada al lado del sol saliente. A sus pies se han acumulado los deseos y plegarias innumerables de las multitudes de peregrinos que han pasado por este lugar enigmático durante más de mil años, poniendo aquí una piedra traída de sus tierras remotas.

Debido a esa costumbre muy antigua, hay una colina de piedras alrededor de la cruz que marca el punto más alto (1531 metros) del Camino y cada año sigue creciendo un par de centímetros más. Con un movimiento casi sincrónico, Cayetana y yo sacamos de las bolsas laterales de nuestras mochilas las piedras de nuestro lugar natal. La mía es oscura, la encontré debajo de un viejo roble en tierra mojada en un parque de Colonia, la piedra de Cayetana es un guijarro blanco y brillante, encontrado en una playa de Cádiz. Subo lentamente un par de metros más por la colina y coloco mi piedra solemnemente en un lugar que me parece bien. Cayetana arroja su guijarro como si fuera un juego, y consigue que llega a parar en el punto más alto de la colina, directamente al pie de la cruz. ¿Qué significa ese ritual practicado desde mucho más de un milenio? En cada una de esas piedras se esconde un destino humano. Para unos su piedra es sólo un símbolo de un esfuerzo extraordinario superado con esta subida, para otros su piedra simboliza un deseo concreto, una plegaria o una acción de gracias a un poder divino. Muchos han dejado mensajes inscritas en letras diminutas en sus piedras o al menos el nombre de su lugar natal. El inmenso palo de roble está cubierto con un sinfin de cartas, banderas y otros símbolos. Obviamente se trata de un lugar muy especial y mágico.

Ya en épocas precristianas, durante el imperio romano, los viajeros colocaron aquí un tributo al Dios Mercurio al atravesar los Montes de León. Hoy día la nueva (a veces angustiosa) popularidad del Camino de Santiago muestra aquí también sus efectos negativos. Muchos de los símbolos colocados a los pies de la Cruz de Ferro son de gusto dudoso y en sus alrededores hay quioscos y tiendas.

En un lugar sacro tan afeado resulta difícil concentrarse para una meditación mística. Cayetana me tira de la manga y susurra que toda „esa bulla“ tan temprano por la mañana no le gusta, así que quiere seguir ahora mismo. Empezamos la bajada y al caminar nos sentimos realmente liberados después de dejar nuestra piedra atrás – como si aquella no hubiera pesado un par de gramos, sino una docena de kilos. Pronto estamos caminando casi solos por los Montes de León y nos extasiamos ante la belleza del paisaje, el que en el lado oeste de los montes es más verde, lleno de floridez y más bucólico que en el otro lado. Sin embargo, también en este ambiente arcádico, a menudo tropezamos con símbolos de la transitoriedad: aquí una cruz blanca con el nombre de una peregrina que murió en este lugar, poco después de haber superado la cumbre de la Cruz de Ferro: Eva. Allí una bicicleta con una concha jacobea y otra cruz: un peregrino con bici que murió en un accidente. En las etapas de montaña aumentan los casos de muertes en el Camino. Y Jerusalén queda lejos: 5.000 kilómetros. Sin embargo, Santiago cada vez más cerca: sólo nos quedan 222 kilómetros. La bajada a veces no resulta ni más rápida ni más fácil que la subida, ya que los cantos rodados en el sendero muy empinado forman un terreno resbaladizo y hay que moverse cautelosamente y a un ritmo más lentamente de lo que pensábamos.

La serpiente del mal está muerta, y mirando los alrededores, nos sentimos como si hubieramos reconquistado el paraíso. Cayetana, no sin orgullo, toma una foto de su trofeo muerto y luego pasea su mirada por el amplio valle paradisíaco del Bierzo, mostrando una expresión que nunca antes había notado en su rostro.

De repente una serpiente cruza nuestro sendero, dándonos un buen susto. Rápida como una chispa, Cayetana toma una piedra y la lanza con toda su fuerza a la serpiente, y luego otra más. El símbolo del mal se contrae, hace un par de últimos movimientos y luego se queda inmóvil y muerto, con la boca abierta y manchas de su sangre en medio del Camino. Bien contemplada, esta serpiente tiene dimensiones modestas. „No fue exactamente una anaconda“, es mi comentario, después de haber superado el susto. No obstante, Cayetana insiste que fue una víbora venenosa que ella acaba de matar. Adán y Eva pueden finalmente descansar en paz.

Por un momento parece tener el aspecto de la Virgen, después de haber vencido y arrojado al dragón del Apocalipsis al abismo, como aparece en relieves o cuadros. Sigo su mirada ausente y descubro con ella el paraíso – la tierra prometida al otro lado de los montes.

Un paisaje verde, fecundo y con floridez abundante: erica de color rosa, retama amarilla y blanca, lirios cuyos nombres ni siquiera sabemos. En el lado oeste de los Montes de León y entrando al Bierzo caminamos por un paisaje que posiblemente es el más bello de todo el Camino. ¡Y detrás de los montes finalmente empieza el verano! Han cesado los vientos fríos, llegando al romántico pueblo de Molinaseca con su puente medieval, el termómetro marca por primera vez los 30 grados.

La anaconda desaparece rápidamente como una chispa, dejando caer la cadena al abismo. En el mismo lugar florece una azucena, iluminando las tinieblas de la noche.

Esta noche Cayetana sueña con una anaconda gigantesca. La serpiente, cubierta de lodo, se acerca de noche y levanta su cabeza para ofrecerle una gran cadena de oro llena de joyas. Cayetana resiste esa tentación reluciente y le da un golpe con su bordón en la cabeza del monstruo.


Texto + Fotos: 
Berthold Volberg

Recomendaciones y Enlaces: Etapa de Astorga hasta Rabanal del Camino: 21 kilómetros

Etapa de Rabanal del Camino via Cruz del Ferro hasta Molinaseca: 27 kilómetros

www.redalberguessantiago.com

www.ccbierzo.com

www.jcyl.es/

Alojamiento / Gastronomía en Rabanal del Camino:

Albergue privado de peregrinos „El Pilar“, Tel. 616-089942 Bar y Restaurante en el patio, lavadora, Internet. Acogida amable, bebidas a buen precio. Cama 5 Euros.

Alojamiento en Molinaseca: Albergue privado de peregrinos „Santa Marina“, en la carretera principal a la salida del pueblo dirección a Ponferrada, Tel. 987-453077 o 653-375727: lavadora y secadora, Internet. Cama 7 Euros.

Gastronomía en Rabanal del Camino: Restaurante „El Refugio“: menú de peregrino peregrino (tres platos, vino incluído) a partir de 12 Euros (p. ej. Potaje de judías verdes, filete de ternera, flan).

Gastronomía en Molinaseca: Restaurante „La Posada de Muriel“: menú de peregrino (tres platos, vino incluído) a partir de 12 Euros (especialmente deliciosa: la tarta de queso o de chocolate).

Iglesias:

Rabanal del Camino: Capilla „Cristo de la Vera Cruz“ (al llegar al pueblo se encuentra a la derecha): Siglo XVIII

Iglesia románica de Rabanal del Camino, Siglo XII (lamentablemente está cerrada a menudo)

Iglesia de San Nicolás en Molinaseca: estilo neoclásico (Siglo XVIII). Normalmente cerrada.