Don Carmelo y Cayetana en el Camino de Santiago (1)

El 12 de agosto de 2012, después de habermelo planteado muchas veces, empecé a peregrinar por el Camino de Santiago. Como sólo disponía de tres semanas, estaba claro que no podía caminar hasta el final, esperaba llegar más o menos hasta Burgos. Convencido de haberme preparado bien para empezar esa aventura sacra del Camino, con impaciencia quería dar los primeros pasos. Con los buenos zapatos de Meindl, con magnesio en polvo y emplastos para los pies dentro de la mochila y la concha jacobea fijada en el exterior de la mochila. ¿Qué buscaba y qué quería encontrar? Probablemente lo mismo que buscaron millones de peregrinos que anduvieron ya por el Camino más europeo de Europa: paisajes espectaculares, innumerables tesoros del arte sacro, momentos mágicos, los que puedan abrir un poquito las puertas a la eternidad, sembrando la esperanza de alcanzarla, y desde luego el deseo de ganar las indulgencias al final del Camino.

Aunque empezaba a andar de verdad en la frontera de España, en los Pirineos de Somport, mi primera parada ya fue Toulouse en el Sur de Francia. Allí en la magnífica Basílica románica de San Sernín se encuentra desde siglos el común punto de partida para los peregrinos que luego van por el Camino de Aragón, ya que en Toulouse se juntan las rutas jacobeas de Arles y Narbonne. En la sacristía de San Sernín me dieron el primer sello – de bonito color rojo – para mi credencial de peregrino. Y en el coro de la bellísima iglesia que parece una catedral descubrí un busto de Santiago, diciéndome que aquí empezaba mi Camino.

La última noche en Toulouse me llevó al puente del Siglo XVI donde casi tropecé con el primer indicador del Camino, como todos azul con la concha amarilla. Esa venera estilizada aparece como una estrella radiante, recordando al caminante que el Camino de Santiago ha sido muchas veces comparado con la Vía Láctea: el sendero que lleva al Campus Stellae. Un buen presagio.

Muchos amigos me han preguntado por qué no tomo el popular Camino principal que entra por Roncesvalles y va por Pamplona, sino el Camino Aragonés, la variante inicial casi tres veces más larga y solitaria (luego se juntan ambos caminos en Óbanos/Puente la Reina). Pero a mí la soledad solemne de las montañas y pueblos fantasmas en el Alto Aragón me tentaban más que Pamplona (la mayor ciudad del Camino) y todo el „jaleo“ alrededor.

El 14 de agosto subo al tren que me lleva a Pau, y desde allí en otro tren diminuto de un solo coche llego a Oloron-Sainte Marie. Enfrente la estación espera el autobús que cruza la frontera y los Pirineos por el túnel de Somport. Cuando salimos por el otro lado del túnel, ya estamos en Canfranc Estación, segundo pueblo del Camino Aragonés. Casi todos bajan aquí, incluso un grupo de peregrinos. Pero hay que empezar en el principio, así que me dejo llevar hasta Somport. Me encuentro en el paso más alto por los Pirineos, 1.632 metros de altura, y descubro el primer indicador oficial del Camino de Santiago que anuncia una cifra algo desalentadora: 858 kilómetros hasta Santiago. (Si añadimos los 20 kilómetros para llegar al Monasterio de San Juan de la Peña incluso son 878 kilómetros.)

Al lado del indicador, sentada en una peña, me espera mi compañera del Camino. Fue una inmensa sorpresa, cuando sólo tres días antes de mi partida recibí la siguiente SMS: „Quiero venir contigo y hacer el Camino. Nos encontramos el 14.8. en Somport. Besitos. Cayetana.“ Cayetana, la hija de amigos míos de Cádiz ahora tiene 22 años. Desde que en 2005 le había dado clases de alemán, me ha acompañado cada año durante la Semana Santa de Sevilla para ver los pasos. Y ahora está decidida de acompañarme por el Camino, buscando momentos místicos (o los que ella defina como tales). No le espanta a ella el hecho de que yo la dobla la edad (por lo menos) o la probabilidad de que durante un camino tan largo me pueda interesar por muy otras cosas que ella. Obviamente acaba de sufrir de verdad sus primeras penas de amor – como sus padres me contaron secretamente les parecía que su hija pasa por una „juvenil crisis de identidad“. Me rogaron que la llevara conmigo, advirtiéndome que me haría falta mucha paciencia…“

Aquí está con su melena negra y piel morena, vestida de su color favorito (un traje de entrenamiento, morado), con gafas de sol muy fashion y auriculares, marcando el compás con sus pies. (Lleva Sneakers de color naranja chillante – …pronto tendrá ampollas!) Al menos en cuanto a la música he podido imponer mi gusto – Cayetana está escuchando el CD que le había regalado en junio: „Plenty of Love“ de Mic Donet, y esa música lleno de „Alma“ (Soul) nos acompañará por el Camino. Muy sorprendido me quedo mirando la mochila pequeña de mi niña gaditana (¿dónde tendrá todas sus cosméticas?), incluso lleva la concha jacobea. Ahora finalmente me ha visto y da un salto para abrazarme con un grito de alegría.

En realidad Cayetana ya había reservado, como siempre, un apartamento en Ibiza para pasar unas vacaciones „totales“ (como le gusta expresarlo), pero hace una semana lo anuló todo. „Es que siempre es lo mismo“, me explicó ayer por teléfono, „las discotecas, las playas, los ligones morenos con sus intentos de emborracharme…“. Ahora de repente le fascina la idea de hacer el Camino para ganar las indulgencias. „Bueno mi alma, a tu tierna edad todavía no valdrá la pena…“, fue mi comentario ayer por el teléfono. La reacción suya: un suspiro nervioso: „¿Y tú qué sabes de mí, Don Carmelo?“ Así me llama ella de vez en cuando, sabiendo que he estudiado intensamente la mística de los Carmelitas y se habrá acordado de una frase mía comparando el Camino con la Subida al Monte Carmelo, descrita por San Juan de la Cruz. Estoy dudando que ella acabe de entenderlo, pero desde hace un par de meses me bautizó con este apodo. Así que la pareja tan desigual de Don Carmelo y Cayetana ahora esta dispuesta a conquistar el Camino.

Antes de dar el primer paso dirección sudoeste, hay que buscar el primer sello para nuestro credencial de peregrino. El Albergue de Somport parece cerrado, todavía es tiempo de Siesta a las 4 de la tarde. Sin embargo, la puerta de atrás sí está abierta y después de entrar recibimos el deseado sello con el escudo y la inscripción solemne „Summus Portus“, aparte de un Café sumamente importante. Los primeros kilómetros el Camino nos lleva por un sendero rocoso, con guardalados de madera que nos acompañan durante las bajadas. Estamos rodeados por el paisaje majestuoso de los Pirineos, cumbres cubiertas por sombras de nubes y rocas con flores y árboles al sol dorado de la tarde.

Después de andar unos 6 kilómetros, Cayetana llega a comentar que le sorprende la inmensa soledad – desde que hayamos pasado por Candanchú, no hemos visto ningún ser humano, sólo pájaros, mariposas y lagartijas. Tres veces hemos dudado si todavía vamos bien o no en el Camino, ya que por un cuarto de hora no descubrimos ninguna flecha amarilla. Pero finalmente en una piedra en medio del sendero brilla de nuevo una flecha de Santiago. Un par de metros adelante otra. Cayetana reprime la risa diciendo: „Mira, al lado de las dos flechas hay mierda de vacas – como si quisieran también marcar el Camino.“ Desde media hora ya podemos oír el sonido de cencerros por todo el valle – y de repente aparecen vacas de color gris con sus cencerros.

Sobre las 6 de la tarde llegamos a Canfranc Estación. Como ya nos indica el nombre, todo el pueblo está dominado por su estación de ferrocarriles. O mejor dicho por su ex-estación. Es que el inmenso edificio de los años 20 del Siglo pasado (que en aquel entonces fue la segunda estación más grande de Europa!) está cerrado desde cuatro décadas ya y lentamente se está convirtiendo en una ruina gigantesca delante del panorama grandioso de los montes que la rodean, un vestigio de una época que todavía había creído sin frenos en el progreso.

Cayetana se deja llevar por su fantasía y propone que entre los muros siniestros de esta estación medio arruinada se podrían rodar películas de horror como una segunda parte de „Shining“. Fascinados quedamos mirando ese oscuro palacio de trenes con las vías vacías delante. La puesta del sol trae un viento sorprendentemente frío y decidimos buscar urgentemente una cama en el Albergue „Pepito Grillo“. Cunado llegamos, sólo quedan dos colchones libres en una cama superpuesta, Cayetana elige la superior. Cuando estamos cenando, ya es tiempo de explicarle a Cayetana cómo funcionan los Albergues de Peregrinos (para que no siga creyendo que son como los apartamentos de Ibiza). „Cayetana, has de saber que en todos los albuergues a partir de las 10 de la noche reina la calma nocturna y se apaga la luz. Y por la mañana hay que levantarse muy temprano, para salir entre las 6 y 7 al Camino.“ Ella me mira asustada, casi deja caer la cuchara con la que está comiendo su Mousse de Chocolate (delicioso), antes de responder: „Bueno, mientras que tenga mi Colacao y mi Cruasán con Nutella para el desayuno, estaré contenta.“ „¿Qué desayuno?“ pregunto con una sonrisa maliciosa. „Cayetana, no estamos en un hotel. En Albergues de Peregrinos normalmente no hay desayuno – y desde luego no encontrarás Nutella en ningún lugar!“ La expresión de su rostro es espanto de actriz de cine. „¿Nada de Nutella?! ¿Y nada de nada pa desayunar?“ Ella propone de comprarlo en una tienda, pero respondo que en la única tienda del pueblo habrá queso de cabras montés y como mucho miel de romero, pero seguramente nada de Nutella. Mostrando enojo y sin decir nada más, sube la escalera a su camita y se esconde debajo de su saco de dormir de color morado.

El día 15 de agosto (Asunción de la Virgen) sobre las 6 y media salimos a la niebla matutina para empezar nuestro Camino. Me sorprende mucho, lo admito, que Cayetana se haya levantado heroicamente y casi sin lamentar. Ahora, entregándose a su destino, da los primeros pasos dirección oeste. Pronto cruzamos por primera vez el Rio Aragón. En medio del puente, ella se detiene a contemplar el paisaje y murmura: „No diría yo que estamos de día, porque apenas veo ná…“ Durante la próxima hora no cambiará su opinión, ya que el Camino nos llevará por un bosque encantando pero bastante espeso y oscuro.

A las 8 de la mañana llegamos a Canfranc Pueblo, pero las casas de esa aldea están durmiendo todas. Ahora sí Cayetana pierde su paciencia: „¿Por qué nos levantamos tan temprano – para llegar aquí encontrando todo cerrado?“ Con rabia sigue el Camino, pero el paisaje espectacular parece calmarla un poco. Encontramos el primer Café abierto casi a las 11 en Villanúa. Como no hay Nutella, Cayetana pide dos cruasáns de chocolate y Colacao. Está feliz. Y de repente dirige una mirada extasiada a la barra como allí se encontrara un retablo. Me temo lo peor, siguiendo su mirada. No, no es un ángel, aunque lo parezca. Está dando brillo a las copas y parece más bien germano que español: alto y rubio, con ojos tan azules que parece llevar lentillas coloradas, y con músculos abundantes debajo de una camiseta muy ceñida, tan azul como sus ojos. Cayetana ya no parece nada cansada, pero tampoco le apetece seguir el Camino. En vez de salir propone quedarse aquí para el almuerzo y para descansar un poquito. „Normalmente no te gustan los rubios“, llego a decir, „y me han contado que haces el Camino por penas de amor, entonces espero una fase de tristeza un poquito más larga. Además hoy no podemos permitirnos largas pausas – hay que llegar a Jaca!“ Está de morros, pero al final acepta – como el ángel de la barra ni siquiera la mira cuando echa su melena atrás – un compromiso. Una copita de Pacharán y luego nos vamos.

Con nueva energía caminamos por bonitas sendas entre prados y bosques dirección sudoeste a Castiello de Jaca. Entretanto ya ha empezado a hacer calor y nuestras botellas de agua se han quedado vacías. Al llegar a Castiello después de subir la colina, apenas contemplamos el bello templo de piedras oscuras, porque la sed nos manda a buscar directamente la fuente. Como en muchos pueblos de Aragón, la fuente del pueblo se encuentra al lado de la iglesia, donde finalmente podemos rellenar las botellas y beber un litro cada uno. A pocos metros de la fuente, una abuelita se apoya en su bastón y nos saluda cordialmente, mirando a las conchas en nuestras mochilas. „¿A Santiago vais? Bueno, yo también soy peregrina. Hago el Camino cada día – los quinientos metros a mi huerta y vuelvo!“ Se ríe y muestra con su bastón dirección oeste, deseándonos un Buen Camino! Pronto cruzamos por sexta o séptima vez el Río Aragón, que en verano sólo parece un arroyo. En el puente Cayetana mira abajo y declara solemnemente: „Éste será el único arroyo que ha dado su nombre a todo un Reino!“

Detrás del puente se bifurca el Camino y no vemos ninguna flecha. En una piedra hay una mancha amarilla, pero parece un círculo más que una flecha. Me decido por la senda izquierda que lleva hacia arriba. Después de subir unos casi dos kilómetros sin descubrir una flecha, el sendero vuelve hacia el norte. No puede ser. El paisaje es precioso, pero hemos perdido el Camino. Nos detenemos y Cayetana me mira con indignación: „Así que todo en vano e incluso cuesta p`arriba!“ También estoy enfadado por haber elegido el falso sendero. Volvemos para seguir por la derecha y un poco más tarde aparece – donde ya no hace falta – la próxima flecha amarilla.

El esprint final a Jaca es una paliza, sobre todo los últimos tres kilómetros. La primera capital de Aragón está situada en una colina y hay que subir por una senda empinada. La célula germinativa del Reino aragonés hoy día es una pequeña ciudad de unos 12.000 habitantes y un centro de deportes de invierno. Finalmente llegamos arriba y a las 4 de la tarde, bastante cansados, entramos en el Albergue de Peregrinos en la Calle Conde Aznar. Ya hay una cola, una docena de mochilas con conchas avanza lentamente para llegar al oasis de reposo. Delante de la escalera que lleva a la Siesta está sentada la soberana del Albergue, la que maneja el sello como si fuera un cetro y ella una Reina. Nos mira preguntando de dónde venimos. „De Cádiz“, responde Cayetana espontánemente. „De Andalucía…“, murmura la jefa, mirando a Cayetana un poco como un comisario a una sospechosa, o como si Andalucía todavía fuera tierra musulmana. „¿Y Tú?“, se dirige a mí. „De Alemania.“ – „Ah! Del país de la Merkel, la que nos quiere contar ahora cómo gobernar…“ Le juro por Santiago que yo nunca había votado a la Merkel, sino a los Verdes. No sé si ella me cree o si los últimos incluso le parecen peor que la Merkel, pero nos regala una sonrisa y de repente su mano derecha, colgando en el aire con el sello, se decide a bajar para sellar nuestros credenciales de peregrinos: „Bienvenidos a Jaca!“

Después de una Siesta muy breve vamos a visitar la Catedral. Nuestra primera Catedral en el Camino! A un día lleno de soledad y naturaleza sigue una tarde llena de cultura. A Cayetana ya no la veo muy animada, pero cuando llegamos a la Catedral, consigo despertar su interés al mostrar los monstruos que saludan desde los portales. La Catedral de Jaca con su ancha torre que parece una fortaleza, se considera la románica más antigua de España, aunque fue reformada bastante en épocas posteriores. Llama la atención el impresionante crismón, un símbolo enigmático, una especie de rueda de sol entre dos leones, que recibe a los peregrinos en el portal principal. En el interior las partes que componen el conjunto arquitectónico del templo no armonizan bien. Hay obras de arte sacro de gran valor sin duda, pero fascinan más separadamente que por el conjunto: las columnas románicas, una bella escultura de un Cristo crucificado (que a Cayetana le recuerda al sevillano Cristo de San Bernardo, aunque a tanto no llega), un retablo plateresco magnífico con Santa Ana y María en el centro. Las bóvedas góticas también son bonitas, pero no armonizan con la estructura románica del edificio, y lo mismo se puede decir de los frescos barrocos en la cúpula encima del órgano – vistosos, pero demasiado suntuosos para un templo románico.

Cuando salimos el cielo está oscuro aunque todavía es temprano. Esta lloviendo! Una tormenta breve que luego parece quitar el telón del Cielo, habiendo preparado el escenario para un espectáculo de sol crepuscular alucinante. Vamos de prisa a la Ciudadela, la gran fortaleza jacetana del Siglo XVI construida en forma de un enorme pentágono. Una luz como oro rojizo se derrama por las murallas de la fortaleza y toda la ciudad, los nubarrones morados de la tormenta como telón de fondo para esa batalla del tiempo del que el sol ha salido victorioso y los nubarrones huyen después de su derrota.

Cayetana, flipando como una niña chica, corre en un círculo alrededor del castillo y toma fotos hasta que las pilas de su cámara están agotadas. Nuestra amiga la Carmencita diría ahora: „Una luz así hace rezar hasta ateos.“

A propósito de rezar: no hay que olvidarlo en un día del Camino. Pero cuando salgo de nuevo a las 8 de la noche para ir a la misa de peregrinos en la Iglesia de Santiago, Cayetana entra en huelga: „Durante ocho horas y 30 kilómetros he alabado Dios con mis pies – con eso es suficiente para hoy!“ Luego se pone los auriculares y salta encima de su saco de dormir, volviendo la cabeza para añadir: „Y ya te digo que no voy más allá de Burgos!“

Esta noche tengo una pesadilla. Estoy caminando por un bosque oscuro, siguiendo un sendero laberíntico, y de repente cientas de flechas amarillas muestran todas a distintas direcciones. No puedo decidirme a dónde ir, qué flecha indica el Camino. Como no puedo seguir en mi sueño, me despierto. Cayetana me cuenta que acaba de tener un sueño parecido – pero en el suyo, todas las flechas amarillas indicaban sólo una dirección. En su sueño, el Camino desemboca en un florido pasto alpestre en cuyo centro se levantó un gigantesco envase de Nutella de diez metros de altura.

Fotos: Berthold Volberg

Recomendaciones:
Editorial ANAYA Touring: „Guía completa para viajeros: El Camino de Santiago“ (diversos autores: Julio Valdeón/ Rafael Serra y otros, Ed. Anaya, Madrid 1993)

Juan Ramón Corpas Mauleón: „Curiosidades del Camino de Santiago“ (1992)

Una Novela histórica: Jesús Torbado: „El Peregrino“, Ed. PLANETA, Barcelona 1993

Antes de empezar:
pedir el credencial de peregrino en una parroquía o asociación de amigos del Camino de Santiago, ya que sólo con credencial de peregrino uno puede pernoctar en Albergues del Camino y al final obtener el documento de la „Compostela“ en Santiago. Es recomendable fijar una concha jacobea en la mochila y llevar los siguientes detalles imprescindibles: un saco de dormir ligero, buenos zapatos en condiciones (p. ej. De la marca Meindl),  medias de deporte que no sean de algodón ni de lana, una crema con grasa de ciervo para los pies, así como emplastos de la marca Compeed, ropa de deporte; Llevar cada día botellas para 3 Litros de agua y „alimentos de emergencia“  (almendras, galletas, papas).

Transporte de Toulouse a Somport:
Con el tren a Pau, desde allí en otro tren a Oloron-Sainte Marie (unas 4 horas, porque los 2 trenes están mal enlazados).
De Oloron en autobús a Somport (una hora y media).
Etapa Somport – Canfranc Estación (unos 8 Km, 2 horas).
Etapa Canfranc Estación – Jaca (26 Km, 7 horas).

Alojamiento:
En Canfranc Estación: Albergue Pepito Grillo (no sólo para Peregrinos, dueños muy amables, Tel. 974373123, Precio: 18 Euros, descuento para peregrinos).
In Jaca: Albergue Municipal, Calle Conde Aznar N° 4, Tel. 974360848.
Generalmente la mayoría de los Albergues de Peregrinos está abierto entre 16 y 21 horas, es recomendable llegar hasta las 18 horas, a las 22 horas cierran y reina la calma nocturna.

Comer:
Canfranc Estación: Albergue Pepito Grillo (Cena: Menú de 3 platos, bueno y barato, desayuno sobre las 7.30).
Jaca: Café Babelia, Zocotín 11, Tel. 974355093.
(Menú de 3 platos almuerzo y cena, buenos vinos).
Pastelerías en la Calle Mayor, especialidad: „Jaqueses“ y Corazones de Jaca.